sábado, 22 de enero de 2011

TERREMOTO









Estaba en hora de clase; la profesora de geografía daba un tema –que hasta el momento desconozco- en un idioma extraño.

Sólo yo percibí el movimiento inverosímil del banco que se tambaleaba sin razón aparente, antes de que cualquiera lo notara.
Atiné a esconderme bajo el banco, antes de que el techo se derrumbara sobre nosotros.
Después del descalabro salí de mi escondite y vi, con horror, a mis compañeros yaciendo ensangrentados, entre escombros, ninguno parecía estar vivo. Intenté salir de la destruida aula por un agujero que se había formado en la pared, entonces escuché la voz débil de mi compañera de banco llamándome desde un lugar lejano; y desperté cuando sonaba el timbre y todos mis compañeros salían alborotados al recreo.

                                                                                                   Estefanía Páez

ALUMBRAMIENTO







Miles de lenguas lamían ansiosas el vidrio de la botella gigantesca. Con avidez y fruición intentaban destaparla para obtener la esencia de las cosas prisioneras en ella.

Los denodados esfuerzos lograron el propósito y los suspiros de alivio fueron audibles.
Por fin, las palabras se desparramaron sobre la mesa y todas las lenguas abrevaron en ellas.

                                                                                             Susana Rosa Lares

NÚMEROS REDONDOS









No hay violentas flores negras, sólo lentos ascensores. Desde este punto de caos partimos para ser hoy calma derramada. El poeta se suponía entre lentas flores y trató de descoser su mundo con un par de palabras desafiladas.

No hay gaviotas, ni abiertos horizontes, sólo esta sensatez de barro que nos cubre todos los contratos. Quisiéramos algo más: caminos sin plazo fijo, abrazos que no multipliquen, papeles sin gastadas oraciones. Pero al cabo de un día somos una cucaracha herida que no le teme a tu zapato. Es todo lo que se debe repartir, la inútil paciencia de los resignados.
Pienso en estas cosas mientras miro un papel con un número en la silla de un banco.

                                                              Juan María Brausen, Postales de Santa María, 1939.
                                                                            Francisco Avendaño

CULTURA CRÓNICA TV







Cuando llegan las noticias, la señora novela con el señor culo-en-tv, esperan a que aparezca en la caja boba una placa carmesí blancuzca, y que con su música triunfal grite con voz constipada: “23.000 muertos en atentado a canal televisivo”. Parece que se inmoló esta vez, una joven escritora contra Jorge Rial.


                                                                                Belen Cianferoni Figueroa