Minicuento
Voy a escribir un minicuento. Puede ser sobre un enano de
plástico que vivía en un mundo de plástico. Puede ser que un día como cualquier
otro este enano de plástico descubra que parte de sí no es de plástico. Puede
ser entonces que eso se empiece a notar y que los demás enanos de plástico del
mundo de plástico lo empiecen a señalar. Puede ser que este minicuento se esté extendiendo
demasiado. Lo voy a terminar aquí.
Cuatro monos
El primer mono tomó el objeto con cierto recelo y lo
depositó cuidadosamente en una rama de hojas secas. Lo examinó atentamente, de
un lado, del otro, llegó a la conclusión de que jamás había visto tal cosa.
El segundo mono enfatizó nerviosamente en los colores del
objeto y propuso los comparasen con los de algún otro objeto conocido por
ellos.
Un tercer mono, ya más intranquilo, intervino y advirtió
que ningún objeto conocido tenía tales colores e impeló a sus compañeros a
deshacerse inmediatamente de aquello. Decisión aprobada ruidosamente.
Un cuarto mono, más calmado, trató de serenar los ánimos
diciendo –vean compañeros, una vez fuimos aturdidos, ustedes recordaran, por
una turba de buitres. En aquella ocasión nos refugiamos en lo alto de la selva
y sin embargo estos carroñeros nos increparon con famélicos insultos. Nosotros
llegamos a dudar de nuestra condición vital pero cuando uno de esos embusteros
animales se acercó demasiado nos abalanzamos sobre él y le dimos muerte.
Después de ese acto de extraordinaria camaradería las otras malsanas bestias
nos dejaron en paz ¿lo recuerdan ahora?
En tanto, el objeto había descubierto un sendero entre las
hojas secas y ya se encontraba, sin temor alguno, donde los suyos.
Enanos de civil
En un bar, tomando un café, pienso en los enanos.
¿Qué hacen los enanos cuando tienen franco? ¿Cómo es un
enano de civil? Tal vez esta muchedumbre caótica sean en realidad los enanos de
civil. Tal vez están de civil pero no de franco. Que miedo. El ejército de
enanos está infiltrado entre vosotros. Mejor pido la cuenta y me voy.
El mozo me mira raro; debe ser un enano.
El encuentro
Dos personajes de dos libros contiguos de la biblioteca de
Babel se encontraron, un buen día, en un tercer libro. En el primer libro se
relata la misma historia que en el segundo. La única diferencia estriba en que
en el primer libro hay sólo un personaje y en el segundo están los dos. De modo
que el tercer libro trata de este encuentro en dónde el primer personaje no
conoce al segundo, pero el segundo sí al primero y toda su historia. Generando
así, gran confusión en el primer personaje y jocosas risotadas en el segundo.
Elena
Elena se levantará pronto, me dijiste con lágrimas en los
ojos. Supe que debía marcharme. Supe que ya no me amabas, me lo decía tu
mirada. Antes de que se levante Elena, te dije, quisiera contarte todo lo que
pasó. Tus ojos no cambiaron y supe que debía marcharme. Elena me va a olvidar,
te dije. Y tu mirada me dijo que ya no me amabas.
Desperté varios días después, cuando Elena ya estaba
levantada. Pero tus ojos no cambiaron. Habrá sido un sueño, te dije y te lo
conté todo. Tu mirada envuelta en lágrimas me dijo que ya no me amabas.
Ha pasado un año desde que Elena se levantó y varios meses
sin verte. Te contaría de este último tiempo, pero… temo la verborrea de tu
mirada.
A veces me pregunto si reconoceré a Elena y no encuentro
respuesta. Busco con la mirada pero cerrando los ojos. No quiero ver, pero
quiero encontrar ya no se qué. Y esto no se cierra, no tiene final. Sigue,
persiste en la barbaridad de un llanto que se contiene a sí mismo. Y esto no se
olvida.
Despertaré un día y te preguntaré si todo fue un sueño. Me
contestarás que sí. Callaré y volveré a dormir, antes de que se levante
Elena.
Andrés Navarro. Una vez fue al mercado a comprar mandarinas y compró
bananas. Hizo un poema.
Una vez se obsesionó con un cuento de Kafka. Lo
desarmó palabra por palabra para ver si así conseguía descubrir el secreto del
checo. Se dio por vencido. Escribió un cuentito.
Una vez fue a Tucumán a estudiar Arquitectura. Volvió
a Santiago a mitad de año. Al año siguiente volvió a Tucumán a estudiar
Psicología. Varios años después volvió a Santiago con el titulito. Y poemas y cuentos.
Una vez, en Santiago del Estero, allá por 1980, nació.
Una vez escribió algo acumulando frases sin pensarlas
y sin conexión. Se las mostró a un estudiante de Psicología: mhhh!!! esto habla
de sexo, aseguró.
Una vez pintó una bandera con la cara del Roby. La
interceptó la policía en un enfrentamiento Mitre/Sarmiento.
Una vez se inscribió en u concurso de poesía. Ganó el
primer premio. No se alegró.
Los minicuentos
de esta selección forman parte de su libro ENANOS
ESCONDIDOS (Perras Negras edita, Santiago del Estero, 2011, edición
artesanal) y la semblanza del autor se corresponde de manera textual con la que
se puede leer en la contratapa del libro. La fotografía que ilustra la nota fue
tomada del muro de Andrés en Facebook
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