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domingo, 13 de noviembre de 2011

EL TERROR DE LOS HOMBRES (Claudio Rojo Cesca)







Cansados de la monotonía, los hombres del imperio practicaron el canibalismo hasta que solo hubo un pequeño grupo de ellos. Incapaces de decidir cómo continuar sus vidas, se arrojaron de la cima de un enorme rascacielos. En medio del vértigo, algunos vieron sus rostros duplicarse en la pared vidriada del edificio; otros, histéricos, simplemente cantaban en un lenguaje desconocido.
Quizás un aterrado sobreviviente observó la escena desde su escondrijo y nos relató esta historia.

viernes, 22 de abril de 2011

PROMESA (Claudio Rojo Cesca)









Al caer la tarde, Zebedeo volvió a su casa aterrorizado. Había perdido los  pedazos de pan que su esposa le había encargado. Ante los severos reproches  de su mujer, confesó que se había distraído mirando al hombre llamado  Judas que agonizaba pendiendo de una higuera. Dijo que una soga le apretaba el cuello púrpura y que en sus ojos blanquecinos rezumaban los rostros de todos los hombres y mujeres que el futuro prometía.  

viernes, 8 de octubre de 2010

LAS SOMBRAS QUE SE VOLVIERON INSIGNIFICANTES - CLAUDIO ROJO CESCA


Por aquellos días, los miembros de una sociedad secreta se reunían en un edificio en ruinas, lejos de la zona mejor iluminada de la ciudad. Le rendían culto a un dios que no tenía nombre y bebían una libación que preparaban con vino tinto y la sangre de un ave exótica.
Cada año ofrecían una ceremonia orgiástica en la que se sacrificaba a un recién nacido. Así fue durante décadas hasta que, hace algún tiempo y en virtud de algún conjuro, los recién nacidos dejaron de morir por el filo de la daga.
Uno de sus sacerdotes dijo: “terribles cosas sucederán, porque las entidades no pueden ni deben renunciar a la muerte”.
Los días pasan, la sociedad secreta se ha disuelto y el edificio en donde se reunían continúa en ruinas; pero las sombras que alberga son ahora insignificantes y desconocidas.

viernes, 2 de abril de 2010



PROMESA

Al caer la tarde, Zebedeo volvió a su casa aterrorizado. Había perdido los pedazos de pan que su esposa le había encargado. Ante los severos reproches de su mujer, confesó que se había distraído mirando al hombre llamado Judas que agonizaba pendiendo de una higuera. Dijo que una soga le apretaba el cuello púrpura y que en sus ojos blanquecinos rezumaban los rostros de todos los hombres y mujeres que el futuro prometía.
Claudio Rojo Cesca (Santiago del Estero)
Inédito

domingo, 25 de enero de 2009

CLAUDIO ROJO CESCA (Santiago del Estero)





PROMESA

Al caer la tarde, Zebedeo volvió a su casa aterrorizado. Había perdido los pedazos de pan que su esposa le había encargado. Ante los severos reproches de su mujer, confesó que se había distraído mirando al hombre llamado Judas que agonizaba pendiendo de una higuera. Dijo que una soga le apretaba el cuello púrpura y que en sus ojos blanquecinos rezumaban los rostros de todos los hombres y mujeres que el futuro prometía.

Claudio Rojo Cesca (Santiago del Estero)
Inédito