Sueño imposible
Se
dejó caer en la cama con una sensación de vacío en el pecho como nunca jamás la
había sentido. Maldijo una vez más y cerró los ojos intentando que el sueño
llegue antes que la imagen de ella. Fue en vano, siempre, siempre en el abismo se
dibujaba su sonrisa.
Intentó
varias veces acomodarse mientras ubicaba la frazada casi tapándole los ojos.
Veinte minutos después se levantó, preparó un té de menta y pensó, quizás 1984
me ayude a borrarla por un rato.
Quizás
fue el silencio de la sala o el té caliente o quizás la imagen de Julia
alejándose de Winston la que le acercó al sueño, y se durmió.
Los
reflejos de un tímido sol sobre la persiana y el ruido de las gotas que dejó el
rocío cayendo sobre el zócalo de la mampara del garaje, obligó a despertar.
Iba
a ser otro día difícil para Sonia.
Reencuentro
Y
tal vez, sí. Nos encontremos una tarde de llovizna gris, de otoño cansado de
hojas viejas, de luces tempranas, de aromas a cafés. Quizás será en una
esquina, o en un cine, o quizás en esos senderos que acostumbramos a recorrer
para encontrarnos.
Y
tal vez, sí. Nos mostraremos los dientes, nos heriremos con profundas miradas y
la batalla será inevitable, sin pudores ni piedades; porque juramos, sin
decirnos, que lo tuyo era mío y lo mío era tuyo, y en esa disputa de lo que no
es ajeno, morimos y nacemos de nuevo.
Asustando a Rocío
Como
todas las noches al acostarse, Rocío estiraba su manito debajo de la cama y
palpaba hasta encontrar la garra de uñas filosas y largas, llena de pelos
suavecitos. Solo así podía dormirse. Después de varios intentos fallidos de
aterrorizarla, Hyuthiu se había encariñado con la niña, y como eso
estaba prohibido, no pudo volver jamás al viejo armario. Ya era su guardián de
sueños.
El otro lado
En
el otro lado todo es muy distinto. No se siente frío ni calor, no hay gritos ni
llantos, solo una calma parecida a una playa desierta, con una brisa que te
despeina de a poco y la agradable sensación de pisar la arena mojada. Creo que
alguna vez ese lugar me perteneció, me es familiar; no por recuerdos sino por
un cúmulo de señales que parece darme alguien desde ahí. La tentación es
mayúscula, sin embargo acá está mamá que con una caricia en mis manos me trae
siempre de regreso.
Deseo
Supongo
que a veces se cansa; ser Dios durante todo el tiempo, todos los días y todas
las noches debe aborrecer. Supongo que se toma descansos, pausas pequeñas en
que esto tiende al desgobierno; y es cuando afloran pequeños infiernos, cuando
todo se va de las manos, aunque sean solo instantes. Efímeras licencias cuando
vale todo, cuando se permite lo prohibido, cuando muere lo imposible, cuando
nace lo inoportuno.
Recreos,
serán. Otra explicación no encuentro. Quizás sea el deseo eterno de querer ser
humano y no poder.
Hernando
Nelson Ávila nació en Las Breñas, Chaco. Es técnico
electrónico y novel escritor. Descubrió
accidentalmente - a fines de 2013 - su pasión por la escritura. Sus escritos
son principalmente cuentos y relatos cortos, aunque varios de sus microcuentos
fueron seleccionados a nivel provincial, nacional (Editorial Dunken, Bs. As.) e
internacional (Diversidad Literaria, España), muchos de ellos fueron publicados
en diarios, revistas y libros de alcance provincial, nacional e internacional.
Recibió una mención especial (La Guerrerito Roja, su primer cuento) y ganó un
concurso regional de cuentos (Antonio). Participó en varios encuentros de
escritores como partícipe y como jurado. En Octubre de 2017 publicó su primer
libro, Relatos Amurados (Editorial ConTexto). Actualmente se encuentra
preparando su segundo libro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario