Ella sonríe. Un remanente de leve movimiento le da satisfacción y acompaña la expansión de su creciente vanidad de experta. Uno más. En realidad, el primer par. Perfecto (¿o perfectos?) en su integridad, sin una sola mancha, ni siquiera una grieta, no falta ni un solo pedacito. Y todavía puede ver ese pequeño movimiento que delata que hasta hace instantes, hubo vida. Pero Ella actuó en el momento preciso: siguió todos los pasos, y aquí está su recompensa.
En el salón, en la vitrina francesa junto al ventanal, Ella contempla su Colección de Ojos de Amantes Desleales. Y en lugar de privilegio, ese par de ojos verdes del soldado de Su Majestad.
24 de febrero de 2011
En Bestiario contemporáneo. Poemas, mándalas y otros desvaríos (inédito)
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