Manos de artesano
Un viejo artesano toma una piedra y esculpe
el rostro de su madre. Disconforme, la rompe. Corta un trozo de madera y labra,
con perfección, el vientre de su esposa que le ha dado cuatro hijos. Molesto,
se deshace de la obra.
En un último esfuerzo, consigue un viejo
mármol italiano y esculpe los ojos de su nieto más pequeño. No es lo que busca.
Atormentado, decide cortarse las manos y
venderlas al mejor postor. El comprador paga cuatrocientos pesos, más gastos de
internación y prótesis. El viejo artesano se siente feliz.
Monstruos
El niño cree ser astronauta porque, cada vez
que cierra los ojos para dormir, puede ver un sinfín de destellos, luces,
estrellas y deformaciones que duran hasta que abre los párpados. Cree que tiene
un don, que es una forma de traslación a lugares aún desconocidos. No cuenta el
secreto ni a sus amigos ni a familiares por temor a perder su capacidad.
Cuando sus padres lo mandan a dormir, lo
hace sin quejarse y en forma presurosa. Su madre está orgullosa porque se anima
a dormir con las luces apagadas, pese a ser tan pequeño.
Aprendizaje
Se levanta. Se asea. Desayuna. Acomoda
algunos libros. Pasea sus perros y escribe un par de poesías. Pasado el
mediodía, toma su billetera y camina hasta el bar de la esquina para comprar
comida. Pide milanesa napolitana con puré. En menos de dos minutos una mujer
joven le acerca el pedido. Saca un billete de veinte pesos e intenta pagarle,
pero la mujer no acepta. Sorprendido, sonríe e insiste nuevamente. No tiene
éxito.
Incómodo, decide dejar el dinero en una de
las mesas y partir. Pero el billete se esfuma. Deja otro billete y también
desaparece. Asustado mira a su alrededor, hacia ambos lados, hacia arriba,
hacia abajo. Y allí ve a su esposa, llorando.
Se da cuenta, entonces, de que ha muerto, de
que el dinero no tiene sentido.
— Así
es el cielo -le susurra la mujer del bar, mientras asea la cocina e intenta
quitar la grasa adherida por años-.
La despedida
El difunto se despide. En un momento se
conmueve de tal forma que desea volver a la vida terrenal. No es posible.
De todas maneras, se siente infinitamente
agradecido por las lágrimas que derraman sus seres queridos. Promete que cuando
llegue a la otra vida les preparará un especial recibimiento y les mostrará lo
lindo que se siente ver llorar a otros por uno que ya no está. Regocijado,
espera.
CÉSAR ARRUETA.
Nació en San Salvador de Jujuy en 1978, ciudad donde vive. Es licenciado en
Comunicación Social y se desempeña como docente en la Universidad Nacional
de Jujuy. Ha publicado un libro de microrrelatos, Noticias en la piel (2005) y numerosos textos académicos. Integra
antologías regionales. Tiene un libro inédito, Formas perdidas, galardonado por la Secretaría de Turismo y
Cultura de su provincia.
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