martes, 31 de octubre de 2017

JUAN MANUEL MONTES (Mendoza)



Accidente: día 20 

Por desgracia sobrevivimos. Ni yo era tan buen piloto ni tú tan buena compañía. Dentro de este horizonte blanco, todo se ha mantenido quieto e inmóvil como si el mundo aún no comenzara. Ya no temo que los rescatistas o mi familia nos encuentren juntos. 
La poca comida que trajimos para nuestro fin de semana de pasión, hace semanas se acabó y en estas alturas nada crece, porque nada hay y la nieve sola no sacia el hambre. Hoy temo decirte en voz alta que esas curvas que tienes me gustan cada día más. 


Después del primer beso 

Luego de haber destruido la maldición, la Bestia se deshizo de su condición zoomórfica para ser sólo un hombre normal, demasiado normal llegó a pensar Bella ya que los jueves salía con sus amigos a tomar unas cervezas, el viernes se pasaba toda la tarde lavando su carruaje y pasándole pasta para lustrar madera a las ruedas, el sábado y el domingo se sentaba en el sillón de la sala frente al espejo mágico para ver a un grupo de hombres patear a una pelota redonda y cosida. 
De esta manera la pobre Bella envejecía año tras año y siempre antes de dormir cerraba bien la puerta de la habitación, se arrojaba al piso y abrazaba la alfombra de oso, llorando su desconsuelo. 



Entre la jauría 

Dicen que los lobos devoran a sus víctimas mientras aún siguen con vida. Tienen razón. 


En peligro de adopción

Aún hoy en día, Rumpelstinski, busca un niño humano. A pesar de que puede convertir la paja en oro y que habita en un exquisito palacio, nadie quiere darle un niño. No por él, ni nada por el estilo, sino porque Rumpelstinki comparte su palacio con un fornido y agraciado ogro que tiene muy buenos modales y usa ropa de diseñadores. Todos en el reino saben que los ogros son mal vistos, sobre todo por su fama de andar comiendo niños y esas cosas.
Por ello, el pobre Rumpelstinki, sigue peregrinando por los juzgados en busca de un niño. Mientras los padres prefieren abandonar a sus hijos en el medio del bosque que dárselos a esos monstruos.


Prevenir el abandono

Todos los fines de semana el pequeño Hansel deja un rastro de granitos de uva en grapa desde la taberna hasta su casa. Gracias a eso, su tambaleante padre, puede encontrar el camino de regreso.


El baile nupcial

El loco Juan alimenta a las palomas de la misma manera que su madre alimentaba a las gallinas. Mueve primero su mano derecha en un cuenco dejando caer unas pocas miguitas y repite la escena con su mano izquierda, invitándolas a bailar un minué. De entre todas las que lo rodean, elige una, se saca el sombrero y caen más miguitas. La paloma retrocede, pero él, galante, se le acerca y le extiende la mano. La paloma se voltea y toma un pedacito de pan, encantado de ser correspondido, le sonríe.
Ahora, la pareja baila haciendo círculos dentro de una ronda alada, gris y blanca. El baile continúa hasta que se le acaban las miguitas. Luego su paloma lo observa, espera más pan, pero él le muestra las manos vacías. Ella espera, ladea la cabeza, espera, espera… y sale volando.
El loco Juan piensa, quizá así es el amor.

Juan Manuel Montes Escritor, profesor de Grado universitario en Lengua y Literatura por la U.N. Cuyo. Miembro de Triple-C (La Cofradía del Cuento Corto) y de “La trampa: escritores independientes”. Ha publicado en 2008 La soledad de los héroes, y en 2012 Relatos desde Liliput; sus textos aparecen en diversas antologías como: Con la literatura no se juega (2012), Brevedades (2013), El mundo de papel (2014), Antología Trinacional de minificción “Borrando fronteras” (2014), Minimalismos (2015), ¡Basta! Cien hombres en contra de la violencia de género (2016).