sábado, 27 de noviembre de 2010

A CONTRAMANO (Luís María Rojas)






                                                            Ilustración de Isabel González (Barcelona - España)



Una parte de él deseaba abofetearla, estrangularla y acuchillarla. Por suerte esa parte no eran sus manos y así, vivió feliz junto a ella, a contramano de sus deseos.

XIV (Graciela Alicia López)






                                                           Ilustración de Isabel González (Barcelona - España)


Las bicicletas mortecinas del arrabal cruzan como mariposas los zaguanes.


La vida surge, se desparrama, arremete reptil por las veredas de la sombra, se acicala en el faro de la esquina.

Asustados los niños y sus gusanos perdidos en el suelo de sus juegos.

Extraño los rincones de la tierra.

AUTOANTÍPODA EN LA VOLICIÓN (Vicente Oddo)

                                                                 Ilustración de Isabel González (Barcelona - españa)



Sus últimos años los consumió ora optimista del futuro de cualquier pesimismo, ora pesimista del porvenir de todo optimismo.

ENSAYO (Adriana del Vitto)

                                                                Ilustración de Isabel González (Barcelona - España)

Antes de la función, repasó su papel. Había estudiado los movimientos minuciosamente, había seleccionado las palabras exactas (las menos dolorosas, las tibias, las más opacas).


“Elegiste mal… No es el momento este ni soy yo la persona… Tal vez nuestros caminos vuelvan a cruzarse en otra esquina de la vida…”

Ensayó frente al espejo: genial su representación.

A pesar de la experiencia actoral, los años de tablas y su gran talento, había olvidado los detalles fundamentales: la vida es un perpetuo estreno –ensayar es en vano- y, generalmente, desconocemos la letra de los circunstanciales coprotagonistas de nuestra historia.

miércoles, 27 de octubre de 2010

LA LLUVIA - Alicia Fernández de Polido







Extrañada observó sus manos entrelazadas sobre el regazo. Pequeñas gotas salpicaban lunares transparentes en la pálida piel.
Por un instante sacó su mirada afuera y la dirigió al cielo. Lo vio diáfano y azul.
Entonces comprendió que las nubes habían encontrado refugio en sus pupilas una vez más.

SALVACIÓN - Mónica Maud






La languidez de sus manos lo apesadumbró. El hedor a viejo lo atormentó. Los gemidos de dolor lo contuvieron. El espejo enmudeció.
Un médico, dos asistentes, tres angarillas, cuatro drogas, cinco canalillos; el respirador, que él ahogó en su postrer espiración.

UNA ESCENA - Alberto Tasso






Están sentados delante mío, en otra mesa, pero dándome la espalda. Hablan. Beben vino tinto. Es una noche de viernes, y ellos están muy juntos en un lugar así, de segunda, llamado la casa de X. Tienen… ¿Treinta años? En el lugar hay luces, aplausos, indiferencia de los músicos cuando dicen sus frases previsibles, y  efusión, un segundo después cuando tocan y cantan. Ella es morena, de labios rojos. Y un poncho marrón con listas también rojas, pero no tanto. Se le adivinan los hombros. En un momento conversan. Él se inclina y le habla. Se ríen. Él le acomoda el poncho… y de paso su mano le toca el hombro. Esas sensaciones que conoce la mano de un hombre: la espalda de la mujer, aquello que muestra al irse. Pero ésta no se va. Más bien se acerca a él y le dice: Tocame, estamos así ahora, tan bien. Acaso no estamos de acuerdo en… el color del vino, en ese lugar de Árraga y en la música de ¿Aldo Monges? Él hace una broma. Ella ríe nuevamente, se levanta al baño y pasa a mi lado. El fuma. Tanta intimidad sobre la mesa. 

PAUSA - Ricardo Aznárez






Había pescado todo el día para otros, había acomodado el campamento de los pescadores, y volvió a la orilla del río Dulce, en Santiago, cerca de Villanueva.

La ribera era alta, como a cuatro metros del agua y el boliche estaba casi en la barranca.
Era chico; entre la puerta y el mostrador había menos de dos metros y atrás las amadas y multicolores botellas en la estantería.
-Una Ginebra,- pidió y tomó.
-Otra,-dijo, y ahí recién empezó a pensar, a sentir, a estar en el lugar perfecto.
Podría haber ocurrido en una taberna igual del Yukon, con whiskey en lugar de ginebra, mucha nieve, y una bolsa de pepitas de oro en lugar de la libreta y la confianza del bolichero.
En la segunda copa, descubrió al hombre borracho, que acodado en el mismo mostrador empezó a contar su historia de infidelidades sufridas.
En la tercera copa, reparó en la mujer que cocinaba en un rincón, en sus piernas y en la prominencia de sus pechos y glúteos.
En la cuarta copa, no ignoró que ella lo miraba.
En la quinta copa, alguien llamado Jack London soñó esto pero no llegó a escribirlo.

viernes, 8 de octubre de 2010

VERANO - LUÍS MARÍA ROJAS



La monotonía de las casas de barrio parecía acentuar más el calor de la siesta, pero ya no quedaba nadie para soportarlo.

SIN VIERNES - MARÍA PÍA DANIELSEN



Eligieron un día de la semana. Fue el de Venus, diosa de la belleza y el amor. Viernes de almas y cuerpos desnudos. De confidencias largas, musas inquietas y labios fundidos sin tregua. De eternidad revestida de sueño, toalla, peine y cepillo.
Venus fue vertiente, acorde, puente.
Su ausencia mutó a pasión crucificada en el calvario del viernes santo.
La semana, huera de viernes, cubrió de añoranzas la figura de los amantes descarriados.

LAS SOMBRAS QUE SE VOLVIERON INSIGNIFICANTES - CLAUDIO ROJO CESCA


Por aquellos días, los miembros de una sociedad secreta se reunían en un edificio en ruinas, lejos de la zona mejor iluminada de la ciudad. Le rendían culto a un dios que no tenía nombre y bebían una libación que preparaban con vino tinto y la sangre de un ave exótica.
Cada año ofrecían una ceremonia orgiástica en la que se sacrificaba a un recién nacido. Así fue durante décadas hasta que, hace algún tiempo y en virtud de algún conjuro, los recién nacidos dejaron de morir por el filo de la daga.
Uno de sus sacerdotes dijo: “terribles cosas sucederán, porque las entidades no pueden ni deben renunciar a la muerte”.
Los días pasan, la sociedad secreta se ha disuelto y el edificio en donde se reunían continúa en ruinas; pero las sombras que alberga son ahora insignificantes y desconocidas.

sábado, 28 de agosto de 2010

VÍCTOR HUGO FERNÁNDEZ











BITÁCORA

(Víctor Hugo Fernández)

9 de abril- La nave responde bien. Naturales de las islas aseguran que en tierra firme hay bóvedas recubiertas de sol.

11 de abril- La tripulación está lista para la expedición. Optimismo a bordo.

14 de abril- Al fin llegamos al lugar. Hice los arreglos para transportar el oro.

15 de abril- Entramos a la bóveda. El sol nos enceguecía, reflejado en cientos de espejos toledanos. No todo lo que brilla es oro.









UNA VENTANA ABIERTA

(Alicia Fernández de Polido)

Tendida sobre la cama articulada, que tiene la elemental capacidad de erguirte o de tenderte por cualquiera de sus puntos medios o extremos, alcancé a ver el amanecer gris a través de la ventana abierta en la pared opuesta.

Sujeta al colchón por cables, electrodos, tubos plásticos, sueros, sedantes y consignas más o menos dulces, más o menos severas de mis guardianes, sentí la necesidad de la suprema libertad. Entonces, dejé mis huesos abandonados allí y salí a buscarla, sola y desnuda, más allá de las fronteras.

MÓNICA MAUD





REYES

(Mónica Maud)

Según el oráculo, el sendero pedregoso era el de la derecha, pero su sentido común indicó al rey semejante equívoco.
Rió a carcajadas cuando la tropilla llegó arrastrando en despojos el cuerpo de su enemigo. Atila, el rey.

ADRIÁN GIMÉNEZ PRADO








(Imagen tomada de Internet)




INMORTAL

(Adrián Giménez Prado)



Despertar después del suicidio puede traernos malestares insospechables, tales como el deseo de suicidarnos nuevamente.




lunes, 23 de agosto de 2010

SEIS MICRORRELATOS DE AUTORES SANTIAGUEÑOS











DISTINTA SUERTE

(Raúl Lima)

En una cárcel de Sevilla y allá por el mil seiscientos, un hidalgo manco llenaba cuartillas y cuartillas con las aventuras de un tal Alonso Quijano, que logró salvar de la mirada escudriñadora de los carceleros. Las publicó con el nombre de “El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha” y gustaron tanto que hubo una segunda parte y hasta una falsificación.

Por esos años, en su casona de la Mancha y en noche de duermevela, Alonso Quijano soñó con un preso al que le faltaba una mano, perdida en alguna batalla entre cañonazos y aire salino. Cuando despertó escribió un cuento, al que tituló “Don Cervantes de Lepanto” (perdido para la posteridad, ya que su Ama lo incineró junto con sus libros de caballerías).

El preso manco del cuento de Alonso Quijano vivió sesenta y ocho años sobre la tierra y, pese a algunos pecadillos, logró ingresar en el cielo. En cambio el hidalgo que sirvió de modelo al Quijote, por el descuido de los carceleros, lleva cuatro siglos en un infierno donde a diario es atormentado por inclementes demonios: críticos literarios, profesores de literatura, autores de minicuentos...




CRÓNICAS MATEMÁTICAS.

(Belén Cianferoni Figueroa)


Hoy perdí a mi hermana. Víctima de sucesiones geométricas y de la imposibilidad de resultados redondo fue comida por dos incógnitas. Se veía gritar desesperadamente a la sufrida Majo y saltar de un menos treinta coma cinco a un dos coma cinco, mientras un siete negativo pescaba bostezos con los renglones de las hojas. Es la precisa y preciosa lógica de la matemática fría que termina por devorar a través de un cuaderno a una miserable hermana con ojos cuadriculados que persiste con el cóccix en la silla hasta las cinco de la mañana y que no quiere apagar la luz.




PARTIDAS FRUSTRADAS.

(Luís Maria Rojas)

Hacia veinte años que su vida de extranjero le parecía un espejismo, los paisajes apagados, la música monótona, las mujeres extrañamente ajenas. Cuando regresó después de mucho tiempo se dio cuenta que, en realidad, nunca había partido




AFTER APOCALYPSE

(Susana Lares)


Después del caos y la destrucción sobrevino la nada.
Desde hace un tiempo sin tiempo todo es silencio y oscuridad.
De pronto un trino, luego otros en la incipiente luz.
De nuevo el verde cubre las praderas… Le siguen el renacer de la flora y la fauna; la reaparición de las montañas, ríos y mares.
Del vientre de la tierra emergen dos seres: Uno llama “hombre” al otro, y este la nombra “mujer”
Y ahora ¿Qué?




LA MADRE DE LAS HURÍES

(Juan Manuel Aragón)


Al Manzor al-Harabí bin-Younes (o como quiera que se escriba su nombre), contaba que había leído, en alguno de los periódicos que infestan El Cairo, que un día aparecería un hombre con el papiro en el que estaba escrita la verdadera historia de la madre de las 10 mil huríes del paraíso.

Al Manzor se hizo viejo sin que apareciera el hombre del papiro, hasta que una ocasión, en un cinematógrafo de la ciudad que besa el Nilo, pasaron una cinta de Marilyn Monroe. La noche del estreno la profecía se cumplió (en el caso de que hubiera sido una profecía, pero eso solamente lo sabe Alá, que es grande).




PREDECIBLE

(Estefanía de los Milagros Páez Jimenez) 


Ella se sonrió a si misma frente al espejo, sabiéndose nuevamente en libertad, y pensando en lo estúpido que había sido, y que todavía era, ese hombre al que sólo le entregó algunos meses.
Ella lo había dejado, hace aproximadamente treinta días, un mes. Pero al hacerlo, supo que él le rogaría para que volviera, y así lo hizo.
Y al rechazarlo, supo que él la llamaría día y noche, y así lo hizo.
Enfurecido él pensó en su último recurso, un as bajo la manga que ella no tenía previsto, acorde a sus pensamientos.
Así tomó su calibre 22, y se dirigió hacia su casa, subió las escaleras con un sudor helado corriéndole por las sienes, casi con remordimiento, pero sin detenerse.
Tocó la puerta y esperó.
La mujer, del otro lado, se miró por ultima vez en el espejo antes de abrir la puerta y decirle ‘Te esperaba’.
En ese momento, se escuchó un disparo, y el hombre cayó al suelo sin llegar a desenfundar su pistola.

miércoles, 2 de junio de 2010

UN PERDÓN PARA BORGES (Raúl Lima)



UN PERDÓN PARA BORGES

(Trad. de “Voyage en diligence de Buenos-Ayres a Córdoba et le Tucumán”, par Antoine Jacque de Moussy. Imprimerie de Jules Morlent, Place de la Comédie. Le Havre. 1835).
“…y llegamos a un lugar donde abundaban los vinales, que son árboles con grandes espinas. El mayoral, antes de cruzar el río que en quechua llaman Misquimayú, decidió que pernoctáramos en una posta o posada rústica. Sería la medianoche cuando algo como el aleteo de un pájaro me despertó. Junto a mi catre (cama rudimentaria de tiento) un gaúcho o gauderio (jinete trashumante de esos países) me extendía un papel con manchas color carmín. La visión se desvaneció y la atribuí a mi sueño pesado, fruto del cansancio y del charque (tasajo) comido durante el viaje. A la mañana siguiente y de nuevo en camino, nos impresionó vivamente saber que esa noche los cuatro pasajeros habíamos percibido la misma presencia…”


Muere el año dieciséis y en el campamento del Ejército del Norte el sol bruto de la siesta tucumana se cuela en la carpa de su jefe.
Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano no imagina entonces su sino, rebajado a estatua, a medalla, a láminas escolares.
Entonces es sólo un general por necesidad, un general cansado, que se acuesta vestido en su catre de campaña, y se saca las botas que torturan sus tobillos hinchados por la hidropesía. Sus soldados lo respetan; inflexible con la disciplina, al que más exige es a su pobre cuerpo enfermo.

Acaba de firmar la orden de fusilar al teniente coronel Juan Francisco Borges, y ya partió el chasqui que la lleva de Tucumán a Santiago del Estero.
-¡Ah, desgraciado Juan Francisco! Tan soberbio y tan díscolo, mi pariente Juan Francisco…

Cuatro leguas al sudeste de Santiago, en la chacra de Santo Domingo, el prisionero aguarda su destino. Consciente de la gravedad de su situación, demanda la presencia de su confesor, el Padre Ibarsábal. Y sólo eso pide, que él, caballero cruzado de la Orden de Santiago, no implora clemencia.

El General duda.
El Congreso de las Provincias Unidas de Sud América, que meses antes declaró la independencia y continúa reunido en San Miguel de Tucumán, ordenó sofocar la insurgencia de Borges, quien depuso al teniente de gobernador Gabino Ibáñez, dependiente del gobierno de Tucumán.
Lo sorprendieron en Pitambalá, húsares de Bustos y Lamadrid contra gauchos armados con chuzas ¡vaya hazaña!.
Y él dispuso el fusilamiento del cabecilla. Pero él estudió leyes en Salamanca, no el arte de la guerra; jamás quiso ser señor de la vida y de la muerte.

Mientras el chasqui cabalga con la muerte bajo su rastra, duda el General. Borges es su pariente, por el lado de los Bravo de Zamora. Sabe que siempre ha sido víctima de su carácter impulsivo; debió haber escarmentado con el fracaso de la insurrección anterior. No; él, General en Jefe, no puede actuar de otra manera, el mal ejemplo podría cundir. Sin embargo…

La lucha interior en aún más penosa que la del campo de batalla. Por fin, vence la misericordia y el General envía un segundo chasqui a Santiago llevando el perdón para el prisionero.

Pero luego piensa que no debió perdonar, que su afecto por el pariente prevaleció sobre los deseos del Congreso. Su sentido del deber le reprocha su flaqueza.
-¡Cómo quisiera no ser señor de la vida y de la muerte!…
Envuelto en transpiración, vencido por el cansancio de la ronda nocturna y las maniobras de la mañana, el General se queda dormido.

Los dos chasquis se encuentran en la posta de Vinará, sobre el Camino Real, ya en tierra santiagueña. Uno, repuesto por un par de horas de sueño y unos amargos, se dispone a partir. El otro, recién llegado, ata el cansado reyuno al palenque y pide una sangría, y un catre para tirarse un rato, sólo un rato. Pero el maestro de postas los invita con un costillar asado, que ya está listo.
Junto al fogón, se reconocen. Los dos son del lado de Las Trancas, en el norte tucumano. Altos y adustos, ahijados de un hacendado, el “Payo” Iramain, nadie duda de que también son sus hijos: los mismos ojos verdosos, felinos, sorprenden en sus rostros morenos, sobre los pómulos aindiados. Alguna vez estuvieron prendados de la misma china, pero ésta prefirió a un pueblero de Salta, y ellos se sintieron compañeros de desgracia. Buenos jinetes, son chasquis al servicio del general Belgrano. Parcos como todo gaucho, en el campamento se saludan con algún afecto. Sin embargo, hoy se torean con un rencor nuevo:

-“Mozo hambreao, había resultao perro cimarrón pa el asao”.
-“¿Y diáhi? Nomás faltaba que le pida permiso pa comer…”
-“Y yo que creíba que sólo le gustaba la carne e yegua”.
-“Yegua… tu mama”.

El General sueña, y en su sueño prosigue la lucha interior: fusilamiento o perdón, deber o misericordia, perdón o fusilamiento.

Los dos gauchos danzan ya su extraña coreografía, el brazo izquierdo protegido por el poncho, el derecho empuñando uno el perdón y otro el deber, ante el viejo maestro de postas de Vinará, impotente para separarlos.
El recién llegado se muestra diestro, y además, lo favorece su largo caronero. El otro, en desventaja con su facón corto, empareja la pelea con habilidad increíble. Por fin, éste se estira a fondo y ensarta a su rival en el pecho, hundiendo la hoja entera, hasta el ondulado gavilán de bronce.

El chasqui sigue viaje con la orden de fusilamiento, ante el griterío inútil de la mujer del maestro de postas y la paciencia resignada del viejo.
El otro gaucho queda tendido, la esquela con el perdón atravesada por el cuchillo, bajo las ropas con las que allí mismo será enterrado, a pocos metros de las casas.

Allá, en el campamento de Tucumán, el General despierta de su corta siesta y de su sueño confuso, un duelo a cuchillo entre gauchos cuyas imágenes no puede retener, porque se esfuman en seguida.

Al llegar la orden, en el otro campamento, el de Santo Domingo, disponen la silla para el reo, al pie del algarrobo. Alguien menciona la posibilidad de un indulto, o la conveniencia de aguardar una confirmación. El reo exige que no se haga esperar a un caballero cruzado. Suenan los cuatro tiros; por ahora no habrá autonomía para Santiago del Estero.

La sombra de Borges perseguirá al General los pocos años de vida que le aguardan ¿Qué habrá pasado con ese perdón, de cuyo emisario nunca más supo? Pobre General, tampoco sabrá que los chasquis fueron marionetas que danzaban sujetas al hilo de su sueño.
Y también hoy lo asalta el recuerdo de Borges, también hoy, 20 de junio de 1820, que agoniza en su cama de la casa paterna, en esa Buenos Aires en la que ya no existe el gobierno central, la provincia tiene tres gobernadores y reina la anarquía.
-Para qué todo el sacrificio. ¡Pobre patria mía...!

Cuentan los paisanos de Río Hondo que, aún después de muchos años, a los viajeros que hacían noche en la posta de Vinará, un roce muy leve o un sonido muy quedo los despertaba, y junto a su cabecera un gaucho pálido suplicaba que leyeran un papel ensangrentado; un gaucho al que creían haber soñado porque en seguida se esfumaba, como aquella siesta en que el General soñó que la hoja del facón entraba entera, hasta el ondulado gavilán de bronce, y no llegó el perdón para Borges.



Raúl Lima


viernes, 2 de abril de 2010



PROMESA

Al caer la tarde, Zebedeo volvió a su casa aterrorizado. Había perdido los pedazos de pan que su esposa le había encargado. Ante los severos reproches de su mujer, confesó que se había distraído mirando al hombre llamado Judas que agonizaba pendiendo de una higuera. Dijo que una soga le apretaba el cuello púrpura y que en sus ojos blanquecinos rezumaban los rostros de todos los hombres y mujeres que el futuro prometía.
Claudio Rojo Cesca (Santiago del Estero)
Inédito

domingo, 10 de enero de 2010

CUATRO NARRADORES SANTIAGUEÑOS



Crónica de un día moroso (Belén Cianferoni Figueroa)

Hoy es el día de las deudas, llueven deudas por la calle, inundan deudas por el teléfono. Se cuelan deudas por los pulmones, parando la respiración, metiéndose en el torrente sanguíneo. Se detienen a tomar un café en el corazón, se desvían, pierden el rumbo, se hallan en a garganta, saliendo por las cuerdas vocales en un divino vozarrón moroso que grita: ¡Mañana te pago!

Números redondos (Francisco Avendaño Rímini)

No hay violentas flores negras, sólo lentos ascensores. Desde este punto de caos partimos para ser hoy calma derramada. El poeta se suponía entre lentas flores y trató de descoser su mundo con un par de palabras desafiladas.No hay gaviotas, ni abiertos horizontes, sólo esta sensatez de barro que nos cubre todos los contratos. Quisiéramos algo más: caminos sin plazo fijo, abrazos que no multipliquen, papeles sin gastadas oraciones. Pero al cabo de un día somos una cucaracha herida que no le teme a tu zapato. Es todo lo que se debe repartir, la inútil paciencia de los resignados.Pienso en estas cosas mientras miro un papel con un número en la silla de un banco.Juan María Brausen, Postales de Santa María, 1939.

Julieta y Julieta (José Cesca)

A través de los cristales miró a la luna recordando sus lágrimas y todo su dolor, mientras que al verse en el espejo no veía nada más que una miseria que vivía a causa de suya, pues sin mar no habría más sal que pueda recorrer sus piernas.Arrepentida de sus actos sin perder la fe se marchó hasta su casa, corría bajo los graves tonos que dejaban las gotas al romper con la única gran ilusión de encontrarla con vida. Sus pasos se hicieron saltos bajo la noche que usó de manta, sus ojos estallaron en el llanto más intenso confundiendo ya la lluvia con el líquido de las pupilas.Cuando llegó a la casa ella estaba tirada cubierta por una sabana con el emblema sagrado. El ritual ya había terminado y mientras lloraba en su cuerpo ella también tomó el veneno, cerrando sus ojos pensando solo en cruzar ese umbral del reencuentro, donde el amor al ser lo mismo no seria prohibido, el nuevo mundo donde revivirían asesinando a lo más subjetivo.

La madre de las huríes (Juan Manuel Aragón)

Al Manzor al-Harabí bin-Younes (o como quiera que se escriba su nombre), contaba que había leído, en alguno de los periódicos que infestan El Cairo, que un día aparecería un hombre con el papiro en el que estaba escrita la verdadera historia de la madre de las 10 mil huríes del paraíso.Al Manzor se hizo viejo sin que apareciera el hombre del papiro, hasta que una ocasión, en un cinematógrafo de la ciudad que besa el Nilo, pasaron una cinta de Marilyn Monroe. La noche del estreno la profecía se cumplió (en el caso de que hubiera sido una profecía, pero eso solamente lo sabe Alá, que es grande).