
PROMESA
Al caer la tarde, Zebedeo volvió a su casa aterrorizado. Había perdido los pedazos de pan que su esposa le había encargado. Ante los severos reproches de su mujer, confesó que se había distraído mirando al hombre llamado Judas que agonizaba pendiendo de una higuera. Dijo que una soga le apretaba el cuello púrpura y que en sus ojos blanquecinos rezumaban los rostros de todos los hombres y mujeres que el futuro prometía.
Claudio Rojo Cesca (Santiago del Estero)
Inédito
No se podia esperar menos. Espero que sigan publicandote, tenes mucho para mostrar ahi escondido en tus cuadernos.
ResponderEliminarTe felicito y me alegro de que hayas encontrado un lugar donde hacerte conocer, y de que existan espacios que amplien el publico de autores jovenes y talentosos.
Mucha suerte y exitos
Altísimo cuento. Muy bien logrado.
ResponderEliminarMe inquieta pensar que habrá visto a su vez Judas en los ojos de Zebedeo, en sus últimos instantes de agonía.
Guillermo Zimmermann