jueves, 28 de abril de 2016

ADRIÁN GIMÉNEZ PRADO (Santiago del Estero)



PARADOJA DEL TODO

Pretendió salir de su infinito Imperio para conquistar remotas tierras. Fue así como, en su ambicioso intento, destruyó y saqueó lejanas comarcas con su invencible ejército.
Al tiempo de andar por interminables valles, le sorprendió la fatiga. Ya era muy tarde cuando comprendió que nunca había salido de su imperio.


VINDICACIÓN PROFANA

… Entonces Judas interpretó que en verdad Jesús era el Hijo de Dios y, de inmediato, decidió probarlo ante los príncipes de los sacerdotes y ante el concilio. Habiéndolo entregado con el consabido beso, comprendió, recién con la detención de Jesús, a que se refirió Cristo cuando, en el  anuncio de Su Pasión, les dijo a los discípulos  que sería entregado y matado por los hombres y que al tercer día resucitaría entre los muertos. Judas, invadido por la emoción de ser él el intermediario de la profecía, no soportó la espera y, quitándose la vida, quiso estar ese mismo día con Cristo en el Paraíso. De ahí en más, hubo en el mundo otros intentos de justificación del suicidio.

AMOR ETERNO
¡Jamás la perdería! Por ello mató a su adúltera mujer, para estar con ella hasta en el infierno.

LOS ALQUIMISTAS
Lo miré con tal éxtasis que casi no podía controlarme. No podía creer que el maestro quisiera compartir conmigo el tan deseado elixir de la inmortalidad.
Cuando comprobó que nadie nos había seguido, sacó del bolsillo de su chaqueta un frasquito que contenía varias píldoras. Luego de destaparlo, me ofreció unas cuantas que yo acepté gustoso.
Antes de concluir con el improvisado ritual, se despidió diciéndome: «Pronto conocerás el vértigo de la eternidad». Acto seguido, ingirió las píldoras y, tras un leve espasmo, cayó de espaldas contra el suelo.
Esperé expectante a su lado pero no percibí movimiento alguno en su cuerpo. Lo que me decidió, fue esa paz que reflejaba su rostro.

DORMIDO
Se detienen la estación el último tren de la tarde. Del mismo, baja un individuo vestido todo de gris, portando en su mano derecha un pesado maletín y en su mano izquierda un periódico.
Mira a su alrededor la desierta estación y, con asombro, descubre (cuando ya el tren es un punto invisible) que este miserable pueblo no es su destino.

LA CARROZA
¿Quién no soñó con este momento? Le miran todos y hasta hay quienes le envidian. Él, sin embargo, parece ignorarlo todo. Como si no supiera que es el centro de atención de todos los curiosos, sigue su paseo en su elegante carroza con caballos blancos hasta entrar en el centro y doblar por la plaza principal. La gente se detiene ante su presencia y, con una modesta reverencia, le ceden el paso hasta que se pierde por el camino que le lleva al cementerio.


Adrián Giménez Prado Nació en Santiago del Estero en 1962. Estudió derecho y entre sus publicaciones figuran Imágenes  (Plaqueta de poemas) e Inventario en blanco y negro. Fue colaborador de la página cultural del diario El liberal, participó en recitales poéticos,  ferias de libros, peñas literarias como la del café Tortoni y ha difundido sus poemas por Radio Nacional Santiago del Estero. Fue miembro activo de la Asociación Literaria María Adela Agudo. Rescatado por José Andrés Rivas en su antología crítico temática Santiago en sus letras
Los textos que se incluyen en esta antología fueron extractados de su libro Inventario en Blanco y Negro.


viernes, 1 de abril de 2016

SYLVINA BACH (Tucumán)


Gabriel y el mosquito

Un mosquito vive en el auto de Gabriel.
Gabriel supone que se metió de polizón en las cercanías de Retiro, cuando iba a esperar a alguien.
Lo vio revoloteando como si examinara el tapizado de los asientos, el espacio de vuelo; paseándose por delante del parabrisas con actitud provocadora. Después emprendió una veloz carrera hacia él, desafiante, como si quisiera provocar un duelo cuerpo a cuerpo entre los dos; pero Gabriel, por pura casualidad, prendió el aire acondicionado y la ráfaga empujó al mosquito hacia atrás impidiéndole volar, como un viento huracanado.
«A veces lo dejo picarme como si no me diera cuenta, y cuando no lo aguanto prendo el aire y lo dejo luchando contra el viento», dice Gabriel.
No ha vuelto a abrir las ventanillas, porque no quiere que se vaya.


Tragedia

Ella pasa corriendo enfrente de todos a gran velocidad. «¿Me ves?», «¿Me ves?», «¿Pueden verme?», pregunta con desesperación, y todos le responden que sí. Ella estalla en llanto. Un hombre se le acerca y le pregunta qué le ha pasado. La criatura se seca las lágrimas y por detrás de las trenzas contesta «Había aprendido la fórmula para desaparecer, pero se me había olvidado»


Alguien gritó…

Alguien gritó preguntando mi nombre.
«Jonás» respondí.

Y me volví a la ballena.

Sylvina Bach nació en el 75 y según sus propias palabras es «Psicóloga y escritora, profesiones que conjugan la posibilidad de profundizar en el conocimiento de la vida y la naturaleza humana, por eso las dos cosas me apasionan. La historia de amor con la poesía y la literatura nació en mi infancia y enriquece mi vida.»
He editado el libro de poemas Cuadernos de Jonás, participa de numerosas antologías literarias y es autora de otros libros de poemas y microrrelatos que aún permanecen inéditos.