domingo, 24 de julio de 2011

ANIVERSARIO DE LA FUNDACIÓN DE SANTIAGO DEL ESTERO

TRES BREVES HISTORIAS

1543





Diego de Rojas agoniza en Maquijata.
Los aborígenes, que tan bien lo recibieran al principio, los han combatido durante dos días pues no perdonan que hayan mancillado el sagrado sitio donde convocan a sus dioses.
Sus hombres pelean por la sucesión en medio de intrigas y confabulaciones.
Con la muerte acechando sus entrañas, él ya casi ni piensa en su destino de aventurero; solamente piensa en Burgos, su lejana y añorada tierra… y su última pregunta no tiene respuesta… ¿Qué lo está matando? ¿La traición o (como dice la Enciso), una flecha envenenada?...
No imagina que, con su desdichada muerte, está inaugurando en esta tierra una larga historia de intrigas y traiciones.

 
1552
 
 
 


Núñez de Prado mira satisfecho el cielo nocturno empedrado de estrellas y sabe que no hay otro más lindo. La “Ciudad del Barco del Nuevo Maestrazgo de Santiago” que acaba de establecer, después de dos asentamientos previos, a orillas de este río manso y traicionero que los naturales llaman “Mishky Mayu”, crece con pujanza. Pronto será un hombre acomodado.
Absorto en sus cavilaciones, no imagina que en poco tiempo sus sueños serán una pesadilla.
Algunos meses más tarde, nuevamente la noche lo seduce. De pronto, escucha el grito de los guardias, el sonido de las armas y los lamentos de los heridos. Ha caído en una emboscada.
Más tarde, mientras marcha, encadenado, rumbo a Chile, sabe que la traición anida en cualquier alma y que sus anhelos han sido derrotados por el poder de espadas y arcabuces.

 
25 de julio de 1553
 
 
 
 
 
Francisco de Aguirre es un hombre poderoso, pero además valiente y arriesgado. Ha sabido mover sus fuerzas con inteligencia y ahora mientras mira como se aleja, engrillado, su vencido, piensa en el futuro.
Toma un arcabuz y dispara. Apenas media legua, se dice, y ordena que inmediatamente se destruya todo, que se queme lo que queda y que hombres y mujeres caminen media legua al norte llevando sus enseres.
Apenas llegados al lugar, dispone que se levante un palo mayor y una cruz, instruye a sus capitanes y al sacerdote que les acompaña y bajo la advocación de Santiago apóstol refunda la ciudad bajo el nombre de Santiago del Estero.
Acaba de inaugurar un nuevo tiempo. Aunque imagina sus acciones futuras, ni siquiera sospecha que su nombre entrará en la historia por haber hecho nacer a una “Madre de ciudades”, que aquellos que habiten esta tierra después de casi cinco siglos la amarán como él nunca podría y que este día será motivo de regocijo en las centurias por venir.

                                                                         Augusto Soria de Albigasta
                                                                                Historia apócrifa de Santiago del Estero (1664)

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