jueves, 31 de enero de 2019

MARÍA LAURA RIBA (Corrientes)


6 AM
Se despertaba malamente de una de esas borracheras de la cual no pretendía huir. Le gustaba olvidarse de todos y de todo. “No recordar nada de nada”, pensaba sin pena ni euforia, cuando abría los ojos y se reconocía ser vivo.
La borrachera le duraba lo que duran las bestias en el alma: ni un minuto más ni un minuto menos.
“Qué calor que está haciendo…es insoportable…estoy todo pegoteado”, se dijo, y estiró el brazo derecho hacia la derecha.
A través de sus ojos, apenas entreabiertos, vislumbró el ventilador apagado. No se podía respirar. Ya pesaba el sol en esa hora temprana.
Con morosidad resacosa, tanteó a su lado las sábanas. Volvió a cerrar los ojos. Los apretó fuerte.
La sangre de Mabel le manchaba los dedos. 

LLEGADA
Corrió y corrió por los pasillos húmedos de entre las casas. Escapaba de su sombra, sabía que era su sombra pero igual corría. El pánico se había instalado hacía meses en su cabeza y no la dejaba respirar. El corazón siempre a mil, la boca del estómago un nudo, la sensación de que pronto moriría. Por eso corrió y corrió sin detenerse, sin mirar atrás. Volvía por la noche del trabajo y el barrio había dejado de ser un lugar familiar, para tornarse una trampa maldita.
Corrió hasta llegar a su casa. Abrió la puerta, se metió dentro con la fuerza de un caballo en estampida y cerró con tres llaves: una arriba, otra en el medio y otra abajo. Apoyó la frente sobre la puerta, respiró profundo, casi se relajó. Se dio vuelta.
Una mano inesperada le cubrió la cara, le tapó la boca y la nariz, y comenzó a adueñarse de su aliento. Los ojos inmensos sin poder gritar, sin poder respirar.

RUTA
Cuando el auto en que viajaba volcó, supo que si no lo ayudaban, él tampoco sobreviviría. De la cintura para abajo estaba atrapado entre hierros, pero sentía las piernas y podía mover los dedos. En cambio, su rostro había quedado debajo de uno de los asientos y le faltaba el aire.
Anochecía, y una camioneta se detuvo en medio de aquella ruta tan poco transitada. Escuchó que una persona descendía y preguntaba a los gritos si había alguien. Alguien vivo quiso decir. El hombre atrapado murmuró un “aquí”, sombrío e inaudible, pero una de sus manos logró golpear unas chapas.
La persona de la camioneta corrió hacia él y le dijo que se calmara, que todo iba a salir bien, que ya venía en camino la ambulancia. Y comenzó a hurgar entre las chatarras y en los otros cuerpos sin vida.
Desde los hierros retorcidos, el hombre herido suplicó “quítame el asiento de encima”. La persona de la camioneta se acercó y le dijo que se quedara tranquilo. Agarró un portafolio con cheques al portador que había encontrado, giró y se fue. Neumáticos nuevos se alejaban rechinando en el asfalto.

BROMAS
- A que te mato – bromeó Jacinto mientras apuraba su tinto, y sin pensarlo dos veces le arrojó al amigo un cuchillo de hoja de acero inoxidable, de esos que no mienten cuando llegan. La punta feroz se clavó en la tierra, al lado de la pata de la silla de su amigo. Jacinto se río con ganas y siguió bebiendo su tinto.
- A que te mato – dijo Francisco, y sin miramiento sacó un revólver y le descerrajó un tiro a Jacinto en pleno rostro. – No me gustan las bromas, Jacinto –dijo Francisco, y escupió hacia un lado.

TRAICIÓN
Sintió placer cuando le clavó el cuchillo por la espalda. Fue un ataque sorpresivo, como todos los ataques a traición y por la espalda.
Nunca había asesinado así a un ángel, cortándole las alas.

DE MADRUGADA
Ya sabemos lo mal que puede ponerse cuando se altera. No entiende razones. Fui hasta su habitación y le supliqué que abriera la puerta. No lo hizo, por supuesto. La forcé y entré. Estaba de rodillas de cara a la luna llena que entraba por la ventana. Como pude le expliqué que no era lobizón, que él, aunque yo lo llamara hijo no era mi hijo biológico. Que no era el séptimo hijo varón de nadie. Y que dejara de aullar de una buena vez por las madrugadas, que molestaba a los vecinos.


María Laura Riba: nací el 23 de octubre de 1965 en Buenos Aires, Argentina. A partir de 1994 me radiqué en la provincia de Corrientes -nordeste argentino- donde viví alrededor de 14 años. Desde el 2007 hasta enero de 2015 residí en La Habana, Cuba. En 2015 regresé a Corrientes. Mis áreas de trabajo: literatura y periodismo.
Obtuve algunos premios en poesía, cuentos y novela. Publicaciones: participación en la “Antología Poética Trópico Sur”, Asunción, Paraguay. “No me dejes dormir”, cuentos. Participación en el libro de diez cuentos eróticos “Medias negras cayendo de la liga”, Ediciones Al Margen, La Plata, Buenos Aires Argentina. “Salvando Distancias”, poesías. Che, mataron al enano – Correntinazo, 15 de mayo de 1969”, investigación periodística. “Un sapucay en la nieve”, poesía. “Ella sin nombre”, novela negra.

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